Aunque los pesticidas han sido diseñados para
ofrecer una alta especificidad de acción, su uso genera innumerables efectos
indeseados como la generación de organismos resistentes, la persistencia
ambiental de residuos tóxicos y la contaminación de recursos hídricos con
degradación de la flora y fauna. Al aparecer resistencia en la especie a
combatir se requiere el incremento de las cantidades necesarias de pesticida o
la sustitución por agentes mas tóxicos para lograr controles efectivos.
Los
organoclorados son un ejemplo de persistencia ambiental pues permanecen en los
suelos sin degradación significativa hasta 30 años después de aplicados. Esa
permanencia favorece la incorporación a las cadenas tróficas, la acumulación en
los tejidos grasos humanos y animales y la biomagnificación. Aunque los
organoclorados se utilizan escasamente desde los '80, en nuestro país aún se
detectan sus residuos en tejidos vivos.
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